miércoles, 25 de junio de 2014

De necesidad, miedo y oscuridad

Llevo un tiempo navegando en la incansable necesidad de encontrarme a mí misma. Parece increíble pero, contra todo pronóstico, decidir buscarme la vida por cuenta propia y siguiendo únicamente el camino al que mi corazón o mi alma (o lo que sea) me empuja me está costando. Quién me iba a decir a mí que la rutina, eso que tanto odio, resultó ser lo que equilibraba esta loca personita. La conclusión es que siento que voy a la deriva, sin rumbo fijo, con una caja llena de ideas bajo el brazo que mis limitadas manos no llegan a gestionar. 

Quiero explicarme bien, sé que estoy en el camino correcto, pero soy despistada y basta que una mariposilla se cruce en mi camino para que me desvíe y me dedique a juguetear con ella y perseguirla hasta que se ponga el sol. Entonces, en la oscuridad, aparece mi Yo responsable y serio para reprimirme: "¿Qué has hecho? ¡Niña tonta! ¡¡¡Mira TODO lo que tienes que hacer!!!"

Y es que me he dado cuenta que la falta de rutina a destapado el problema real y es que no sé a ciencia cierta lo que quiero. ¿Ironía? Toda la del mundo. Pues han de saber ustedes que, todo lo que me hace vibrar va de la mano de todos mis miedos, ¡de la de todos! Estoy sentada en medio de un gran corro de pavores e ilusiones que se retroalimentan y me vuelven completamente loca.

Enfrentarme a mis miedos es necesario pero para ello debo encontrarme a mí misma dentro de este agujero negro en el que estoy metida. No quiero parecer una reina del drama, no puedo quejarme en exceso pq la vida parece tenerme simpatía y hasta el momento ha cuidado de mí. Pero está acudiendo gente a la llamada de lo que ofrezco y eso me encanta y me halaga, pero a la vez me aterra, pues he comprobado que esa gente viene a mí en busca de ayuda y yo debo dársela. No engaño a nadie, estoy preparada para hacerlo y eso es lo que me salva de no sentirme mal, pero no puedo evitar oír la voz de la duda por encima de las demás y dejar que su influencia me afecte en exceso. Como siempre, la maldita sensación de no saber/poder dar lo que se espera de mí, de nuevo la terrible y pegajosa sensación de que en la mente de quién trata conmigo se dibuje la misma idea destructiva que habita en la mía desde que tengo uso de razón.

Sé que es infundado, sé que es mío, de mi mente absurda y repelente, pero necesitaba soltarlo, materializarlo, para poder entonces empezar a tratarlo, empezar a deshacer el gran ovillo de ideas enredadas dentro del cual estoy yo, encogida y muerta de miedo e inseguridad.

Tras escribir estas líneas siento que puedo haber encontrado el extremo del hilo, así que voy a tirar de él, tirar de forma incansable hasta llegar a esa libertad que añoro y predico. Esa en la que, en el fondo, creo.

El arte de Agustina Guerrero me anima siempre

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