miércoles, 8 de abril de 2015

Mudar de piel

Como quien sube una escalera infinita y de pronto se detiene para, por curiosidad, comprobar lo mucho que ha avanzado, aquí estoy yo, encaramada en los precarios restos de la más alta torre del castillo que era mi vida antes de que Urano irrumpiera en Aries (mi Aries), hace ahora cinco años.
Tal ha sido mi transformación y la de mis circunstancias al completo en este tiempo que parecía imposible soportar otro gran cambio sin caer. Y efectivamente, lo es. Estoy cayendo, cagada de miedo, pero con esa risa nerviosa que proporciona la adrenalina. 
En el fondo mentiría si dijera que lo estoy pasando mal.
Tengo un regustillo amargo que aún suelta alguna lágrima cuando me permito mirar los restos de lo que he sido, de lo que he vivido, de lo que dejo atrás... es mucho, mucho que me ha ayudado mucho, y no puedo evitar sentir, ya no tristeza, nostálgia por todo lo bonito y lo feo. Es humano esto, ¿verdad?

Pero, con cada lágrima la amargura pierde intensidad y va quedando sitio para lo nuevo, que entra tímido, como respetando el duelo, pero sin poder esconder toda la luz y la alegría que trae, y es que...

¡ME MUDO, SEÑORAS!

Dejo la absorvente ciudad y me voy al campo (sal al bosque, ¡sal enseguida!), a vivir una experiencia digamos excitante, llena de retos y, cómo no, de transformación y evolución.
Lo tenía en mente a corto plazo pero parece que la vida me tiene preparado algo que no puede esperar y en un mes... ¡ZASCA! 


Este (duro, aunque empoderante) proceso que parece interminable y al cual estoy completamente rendida y entregada me está enseñando valiosas lecciones que quiero compartir a modo de reflexión, ya para dejar el rollo.

Una mujer, cualquiera, con sus miedos, sus inseguridades, sus luchas internas y externas, puede hacer lo que quiera cuando sienta que lo quiera. NO HAY LÍMITES más allá de los que ella se ponga.

Puedes tomar la decisión de estar sola (sin dramas post-disney).

Puedes cambiar lo que no está bien, lo que no te gusta, lo que no te aporta, lo que no quieres. TODO.

Puedes dejar la vida que tienes y empezar otra. Palabra.

Puedes (debes) creer en ti y hacer que los demás también lo hagan (cambia tú y cambiará el mundo, o algo así decía Gandhi).

La mujer salvaje está en cada una de nosotras y actúa cuando es necesario, sólo hay que dejarse guíar por sus pasos firmes y sabios que conocen el bosque.

Es probable que aún me quede mucho por llorar... de ser así puede que entre lágrimas algún rayo de sol me regale un arcoiris.

Sed felices ;)

Arco Iris en Coll Formic, Montseny.
Fotografía de Jordi Lluís Pi

2 comentarios:

  1. Felicidades por todo preciosa!!
    Llora lo que tengas que llorar, que va genial y también forma parte del proceso. Pero no te olvides de sonreir y abrazar las penas, que eso también ayuda.
    Un abrazo luminoso querida.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tus siempre sabias y reconfortantes palabras, bonita! <3 Te abrazo profundo!!!

    ResponderEliminar